A pesar de lo relativo de la cuestión, quizá sea posible trazar un límite objetivo entre lo que debería ser siempre nuestra "propiedad" exclusiva ( nuestro criterio, nuestra dignidad y derechos, nuestras posesiones más íntimas, la fidelidad de nuestro cónyuge) y lo que no debería serlo ( nuestras amistades, los intereses personales de los demás, la vida profesional del esposo)
Los celos serían entonces buenos cuando se salieran de lo nuestro y serian malos cuando, sin que la persona los reconociera como envidia, se excedieran y abarcaran también lo que no deberían abarcar.
Los celos además, también pueden excederse dentro de su terreno legítimo cuando resultan desproporcionados con respecto a la causa que los motiva.
Los celos legítimos contribuyen a mantener la relación trabada entre dos seres humanos y por eso son buenos.
Los que se extralimitan resultan dañinos, porque alteran negativamente las relaciones sociales y crean resentimiento en la persona celada.
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